Sueños para una economía de mercado

Buscando una foto entre las almacenadas en mi ordenador, me he topado con ésta que ya tenía olvidada. No tiene apenas calidad pero la situación, que en su momento nos resultó graciosa, ahora me provoca una reflexión:

En una Europa de economía saneada, en la que la palabra crisis no se vislumbraba, disfrutábamos de nuestras vacaciones en París. Una noche, de vuelta al hotel, en un andén del metro frente a nosotros, coincidieron las dos somnolientas imágenes. La burguesa arriba, la proletaria abajo, como corresponde a un buen orden de clases… La estudiada e ideal imagen de la propaganda, condicionante  sigiloso de nuestras vidas, sobre la imagen real del hombre  cansado, roto por el esfuerzo de un día de trabajo. El hombre, tosco, descuidada su imagen y su postura abandonada; la niña, dulce, reflejo de una clase acomodada, con impecable pelo rubio y conjuntado atuendo. El marketing impone el dulce reposo de angelote rubio y mofletudo sobre una tierna rebanada de pan de molde a modo de almohada. La realidad no está marcada por la elegancia en el diseño y nos muestra la dureza del  banco amortiguada por ese brazo que protege el reparador descanso de su dueño.

No eran tiempos de crisis en Europa. Ahora esta imagen -la real, la del trabajador vencido- se verá en muchos bancos de parques, en muchos andenes de metro… con el agravante de que ahora los protagonistas no serán hombres cansados de trabajar sino de deambular pidiendo trabajo. Un día tras otro asistiendo, desesperados e impotentes, a la desaparición de sus ahorros, de sus prestaciones sociales. Día a día perdiendo ese inicial empuje con que empezaron a buscar un nuevo modo para ganarse la vida.

También ahora seguiremos viendo en los andenes, en la televisión, por todas partes, anuncios de gente agradable, limpia y descansada, que fingen reír, dormir, ser felices en cualquier situación. Seguirán intentando vendernos la falsa felicidad del consumismo. Los programas de la tele nos seguirán mostrando las casas imponentes, los viajes, las compras, el modo de vida de los cada día más ricos. Y nos contarán que «gracias a ellos»  la economía social sobrevive, que el consumo crea riqueza…Claro, los parados no pueden crearla y, aún menos, disfrutarla.

TODOS tenemos derecho a acceder a un sueldo digno con el que vivir y consumir dentro de un orden. Evocando a Arquímedes, «Dadme un puesto de trabajo y moveré la economía». Muchos parados son mejores trabajadores que directivos a los que he tenido el gusto de conocer y sufrir, quizás les ha faltado el apoyo de amigos poderosos…

Necesitamos que los que un día elegimos para gobernar se pongan a ello sin amiguismos ni corrupciones; deben ser nuestro ejemplo, nuestros líderes, y eso se consigue acortando  distancias con los que los hemos votado. Hay muchos gastos innecesarios, empezando por los sueldos vitalicios de políticos y demás privilegiados: ¡esos sueldos los paga el pueblo!. Sí, ese mismo pueblo al que no han sabido conducir a una economía saneada y ahora es llamado a hacer sacrificios exigentes y en algunos casos sin sentido. La amnistía fiscal, la reforma sanitaria,…A qué estamos jugando o, mejor dicho, a qué nos obligan a jugar.

Necesitamos confiar en que nos conduce gente honrada que lucha de verdad por cambiar el rumbo de nuestra sociedad y no por acumular poder.

Necesitamos que vuelvan el entusiasmo y la motivación para la excelencia a nuestra juventud. Y, para ello, al final de su preparación es imprescindible que haya un trabajo esperando.

Necesitamos que la generación de padres y abuelos recupere su optimismo al mirar al futuro. No queremos ver que dejamos una herencia de paro, una sanidad y educación mediocres y  una juventud desencantada.

Ciudadanos y gobernantes tenemos una ocasión histórica para demostrar de lo que somos capaces. Hoy más que nunca es el momento de adoptar medidas justas que nos motiven a confiar y aunar esfuerzos para salir del túnel.

Una Europa solidaria y responsable podría, si de verdad tuviera interés en ello, ajustar gastos y reorganizar la economía sin hostigar aún más a la clase media-baja, trabajar unidos por el bien común sin dejar que primen los intereses de los países más fuertes. La imagen ideal de esa niña  sobre una rebanada de pan tierno me lleva a pensar que nos están vendiendo un presente-futuro ficticio, disfrazado por el marketing de la pertenencia a la Unión Europea.

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