Kindle: leer no ocupa lugar

Para mi cumple, mi marido tuvo la ¿genial? idea de regalarme un Kindle con carpeta en piel roja incluida, para que me resultara menos «tecnológico» y me recordara más a un libro. Por cierto, preciosa la funda que lleva un led muy práctico: la pantalla-página adquiere total protagonismo y puedes refugiarte en tu sillón con una tenue luz ambiental y leer como si dispusieras de un flexo. También a la hora de compartir cama resulta estupenda porque no molestas a tu pareja.

No estaba yo muy a favor del invento, me pilló de sorpresa y en principio lo que más me gustó, como habréis adivinado, fue la funda. Tenía e-books recopilados en el ordenador pero no terminaba de aficionarme…

Indispensable  el periódico de la mañana dominical. Con ese suplemento que trataba que nadie tocara antes que yo para que estuviera impecable y al abrirlo desprendiera su aroma a tinta solo comparable al del café recién hecho. Ese aroma, que me traía por unos momentos a Antonio Gala, Javier Marías, Muñóz Molina… era parte fundamental en el ambiente familiar del domingo. Pero la «ecológica» ventaja del periódico digital, aún no sé cómo, ha sustituido en mi casa tan arraigado placer. Será por la comodidad de no salir a comprarlo, perdiendo así otro pretexto para un paseíllo matinal (como ya hace tiempo que dejaron de serlo los churros).

Me manifiesto una romántica total. Me aferro a sensaciones del pasado que, rememoradas, me aportan durante unos minutos una parte de vida irrecuperable. Los libros, los periódicos, forman parte nuestra vida desde el principio de nuestros recuerdos: esos ratos antes de la cena sobre las rodillas de papá, rodeada por sus brazos que sujetaban un gran periódico ante nuestros ojos;  las tardes sentada en el suelo junto a las faldas de mi madre, yo con mi cuento, ella con Sender, Baroja…; las noches de «apaga ya la luz ¡que mañana hay cole!»  en que me resistía a parar en lo más interesante.

Cuando entro en una librería, me temo. Afortunadamente mi raciocinio impera al recordar que mi casa no es un palacio y mi librería dista de ser la de My Fair Lady y termino convenciéndome de que esas «indispensables» futuras lecturas no lo son tanto. Quién es capaz de no pararse ante un escaparate de   librería repleto de bien seleccionados libros que nos tratan de embrujar con promesas de conocimientos, fantasías y buena compañía. Lo malo es cuando empiezas ese libro tan sugerente y se transforma en una basura no digerible y piensas en cómo ha llegado a casa.

Volviendo al Kindle, ya pasados unos meses, he aquí mi experiencia:

– una vez te concentras en la lectura se difumina la sensación de  pantalla y olvidas que no es un libro  (aunque sigo echando de menos el colorido de la cubierta, el roce del papel, su olor) .

-el número de libros que he leído ha aumentado considerablemente. Unos inolvidables y alguno desastroso al que abandoné sin remilgos y sin pesar de pensar en que iba a ocupar un valioso espacio en mis estantes.

-este aumento de lecturas se ha debido en gran parte a que he trasladado muchos títulos a la vez sin peso en mi bolso, en viajes, citas médicas…

-no he tenido que «hacer sitio» a las nuevas obras

-he ahorrado porque alguno lo he encontrado gratis en internet y el precio del e-book es más bajo

-mi hija y yo hemos tenido a Bolaño (2666) ella en versión clásica y yo en e-book y la diferencia de peso-manejabilidad era abismal, más si consideramos que ella viaja Madrid-Londres cargada con sus lecturas…

-recién empezado a leer un libro te recomiendan otro y, por qué no…un tercero. Ahora ya no esperan su momento amontonados en la mesilla, aparecen en la pantalla del Kindle en cuanto los selecciono

Resumiendo, que mi marido recibió otro de regalo  antes del verano. Ahora a veces empezamos el mismo libro a la vez (2×1) y lo vamos comentando.

La impronta de la lectura que nos atrapó desde pequeños es difícilmente sustituible. Pero las ventajas son muchas y siempre podemos seguir comprando libro impreso de un modo más selectivo.

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